Este verano estuve en Tenerife y la experiencia resultó grata pero hay que ser crítico con los destinos y pedirles que mejoren la calidad de su oferta. El hotel de cuatro estrellas en el que me alojaba sólo ofrecía aire acondicionado en las habitaciones, de modo que el hall era un invernadero y el comedor un auténtico horno en el que había que cenar a 27 grados, con el consiguiente agobio. Teníamos que comer a toda leche para salir cuanto antes. Entrar a la discoteca era acceder a una sauna. Mi sorpresa fue en aumento cuando comprobé que la inmensa mayoría de restaurantes y cafeterías de la isla carecen de aire acondicionado con la excusa de que allí no hace falta porque casi nunca hace mucho calor. Eso mismo decíamos en Asturias y ahora son muchos los establecimientos que ofrecen esa comodidad en cuanto el termómetro pasa de los 22 grados, cosa poco frecuente pero posible y por tanto previsible. En los barcos de la Naviera Armas la climatización funciona de cine y no apetece bajarse a
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