A muchos viajeros les encanta sacar fotos en sus viajes para recordar los mejores momentos. Hubo un tiempo en el que había que comprar carretes, cargarlos y revelarlos, pero estamos en la era digital y ahora uno puede volver a casa con cientos de imágenes, explotando al máximo el límite de almacenamiento del dispositivo. Sacar fotos es lo más normal del mundo pero a veces se pueden dar situaciones peculiares como la que voy a comentar.
En un buen número de casos pretendemos fotografiar a nuestros acompañantes con el monumento de rigor al fondo, para lo cual tomamos distancia y de repente descubrimos que entre el objetivo y lo que queremos inmortalizar pasa gente, con lo que no nos queda más remedio que esperar a que no haya nadie que se entrometa en nuestra obra. El caso es que en ciertas ocasiones nos ponemos de tal manera que hay muy poco paso para los peatones y muchos se detienen amablemente para permitirnos sacar la foto, pero de pronto hay alguno que o bien no se percata o bien lo hace a conciencia pero se atraviesa al pasar y nos fastidia la foto.
Pues bien, apreciado lector, el autor de este blog es un peatón que no se detiene para permitir que se tome la foto. Vivo al lado de uno de los monumentos más fotografiados de España y cada vez que tengo que ir desde mi casa al centro de la población tengo que pasar por una acera estrecha de un puente donde anualmente se dispara más de un millón de fotografías. Los fotógrafos se ponen en un extremo de la acera y los fotografiados en el otro, de modo que el paso de peatones queda cortado si todos nos paramos a esperar que disparen.
Para el turista que cede unos segundos de su tiempo a otro turista no es un gran esfuerzo, pero para los habitantes del lugar que diariamente transitan al trabajo, al dentista, a la compra o a ver a sus amigos, varias paradas al día durante un montón de años resultan molestas y provocan una gran acumulación de tiempo perdido.
Por ese motivo los residentes de mi zona evitamos detenernos al pasar entre turistas que se fotografían y pasamos con toda naturalidad; hay veces que la gente se mosquea un poco y normalmente no te dicen nada, pero supongo que deberían darse cuenta de que el derecho de los peatones a transitar está por delante del suyo a sacarse fotos deteniendo a los demás. El turista tendría que darse cuenta de que puede esperar a que no haya nadie.
Naturalmente cuando voy de viaje procuro no cortar el paso y evito que nadie tenga que detenerse por mi culpa, en justa reciprocidad.
Por todo lo anterior recomiendo al lector que tenga cuidado al sacar fotos en sus viajes, de modo que no se enfade si la gente sigue pasando; no podemos parar el mundo para fotografiar aunque estemos protagonizando una aventura de viaje, ya que los demás son los actores principales de su vida. Nuestro derecho a la foto no está por delante de la libre circulación de personas. Y lo mismo es aplicable cuando sin darnos cuenta nos ponemos de forma que estorbamos a la gente que vive en lugar que visitamos, que no son secundaros de una película que estamos viviendo.
En un buen número de casos pretendemos fotografiar a nuestros acompañantes con el monumento de rigor al fondo, para lo cual tomamos distancia y de repente descubrimos que entre el objetivo y lo que queremos inmortalizar pasa gente, con lo que no nos queda más remedio que esperar a que no haya nadie que se entrometa en nuestra obra. El caso es que en ciertas ocasiones nos ponemos de tal manera que hay muy poco paso para los peatones y muchos se detienen amablemente para permitirnos sacar la foto, pero de pronto hay alguno que o bien no se percata o bien lo hace a conciencia pero se atraviesa al pasar y nos fastidia la foto.
Pues bien, apreciado lector, el autor de este blog es un peatón que no se detiene para permitir que se tome la foto. Vivo al lado de uno de los monumentos más fotografiados de España y cada vez que tengo que ir desde mi casa al centro de la población tengo que pasar por una acera estrecha de un puente donde anualmente se dispara más de un millón de fotografías. Los fotógrafos se ponen en un extremo de la acera y los fotografiados en el otro, de modo que el paso de peatones queda cortado si todos nos paramos a esperar que disparen.
Para el turista que cede unos segundos de su tiempo a otro turista no es un gran esfuerzo, pero para los habitantes del lugar que diariamente transitan al trabajo, al dentista, a la compra o a ver a sus amigos, varias paradas al día durante un montón de años resultan molestas y provocan una gran acumulación de tiempo perdido.
Por ese motivo los residentes de mi zona evitamos detenernos al pasar entre turistas que se fotografían y pasamos con toda naturalidad; hay veces que la gente se mosquea un poco y normalmente no te dicen nada, pero supongo que deberían darse cuenta de que el derecho de los peatones a transitar está por delante del suyo a sacarse fotos deteniendo a los demás. El turista tendría que darse cuenta de que puede esperar a que no haya nadie.
Naturalmente cuando voy de viaje procuro no cortar el paso y evito que nadie tenga que detenerse por mi culpa, en justa reciprocidad.
Por todo lo anterior recomiendo al lector que tenga cuidado al sacar fotos en sus viajes, de modo que no se enfade si la gente sigue pasando; no podemos parar el mundo para fotografiar aunque estemos protagonizando una aventura de viaje, ya que los demás son los actores principales de su vida. Nuestro derecho a la foto no está por delante de la libre circulación de personas. Y lo mismo es aplicable cuando sin darnos cuenta nos ponemos de forma que estorbamos a la gente que vive en lugar que visitamos, que no son secundaros de una película que estamos viviendo.
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