Me plagio a mi mismo y pongo a disposición de los lectores del blog un texto extraido de uno de los artículos que publico en prensa profesional para hosteleros. Que aproveche.
En la publicidad del siglo pasado no había restaurante que no presumiera de ofrecer un servicio “esmerado”. Faltaría más. Suponemos entonces que existía un servicio desganado, otro digamos normalillo y por encima de ellos estaba el esmerado, como garantía de satisfacción. Incluso ahora mismo hay que recurre al servicio esmerado como reclamo para atraer clientes. Faltaría más. Pero claro, si es el dueño el que anuncia las bondades de su servicio, poca objetividad podemos esperar, más aún si lo que nos encontramos es el servicio puramente funcional y sin gracia. No debería utilizarse más esa expresión anticuada y pasada de moda que produce hasta vergüenza ajena. La calidad del servicio se presupone y por supuesto que el esmero es lo menos que se merece el cliente, sin que se trate de un favor especial.
Ya se sabe que camareros buenos hay muy pocos, pero con esos sueldos no me extraña.
En la publicidad del siglo pasado no había restaurante que no presumiera de ofrecer un servicio “esmerado”. Faltaría más. Suponemos entonces que existía un servicio desganado, otro digamos normalillo y por encima de ellos estaba el esmerado, como garantía de satisfacción. Incluso ahora mismo hay que recurre al servicio esmerado como reclamo para atraer clientes. Faltaría más. Pero claro, si es el dueño el que anuncia las bondades de su servicio, poca objetividad podemos esperar, más aún si lo que nos encontramos es el servicio puramente funcional y sin gracia. No debería utilizarse más esa expresión anticuada y pasada de moda que produce hasta vergüenza ajena. La calidad del servicio se presupone y por supuesto que el esmero es lo menos que se merece el cliente, sin que se trate de un favor especial.
Ya se sabe que camareros buenos hay muy pocos, pero con esos sueldos no me extraña.
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