El llamado aeropuerto de Frankfurt Hahn no está ni mucho menos en Frankfurt pero está haciendo la vida mucho más agradable a la gente que utiliza los vuelos con ese destino. En realidad queda más a mano de Luxemburgo o Estrasburgo y es la puerta de entrada a Alemania para millones de viajeros cada año. Allí operan únicamente aerolíneas de bajo coste y principalmente Ryanair. Un español puede utilizar ese aeropuerto para llegar a muchos destinos, conectando vuelos en el mismo día o pernoctando en el hotel del aeropuerto o alguno de los que han aparecido en la zona para al día siguiente acabar en Islandia o en Grecia, ahorrando mucho dinero aunque haya que gastar en una noche de hotel y cenar. También puedes pasar la noche en la terminal esperando un vuelo tempranero, pero eso es una cutrada para mochileros.
A lo que vamos. El aeropuerto de Hahn es poquita cosa en cuanto a servicios. Hay muchos coches de alquiler, mucho parking y poco edificio. A partir de las ocho de la tarde todo está cerrado y tienes la opción de comprar algo para comer en un puesto situado frente a la parada de autobuses, donde todo está recién horneado; esa es la opción que te queda para cenar si no te acercas al inmediato pueblo de Lautzenhausen, al que llegas caminando en cinco minutos por una acera. Allí hay un concesionario de coches, varios hoteles e incluso un bar de copas llamado Lucky Lucke, con cierto ambientillo y cerveza barata.
El caso es que también encontraremos la Gasthaus am Flughafen, algo así como el bed and breakfast del aeropuerto, en un edificio rosa recientemente remodelado. Allí se puede dormir por menos dinero que en el hotel del aeropuerto y sobre todo se disfruta de un servicio de restaurante muy competente con una camarera rubia que habla inglés.
Fuimos con dos gaditanos que conocimos en el aeropuerto y conseguimos cenar después de las diez de la noche, cosa rarísima en Alemania. No se trataba de una cena en toda regla sino de una comida de emergencia que se solucionó favorablemente. Los andaluces optaron por una abundante lasaña a nueve euros y una aceptable ensalada mixta a tres con cincuenta, acompañando los platos con sendas cervezas de las grandes. Mi esposa y yo tomamos unas generosas copas de helado a cuatro euros y medio. También tomé un expresso. La factura para los cuatro se quedó en 28 euros y me pareció muy ajustada.
La carta viene traducida al inglés, lo que ya es toda una rareza en Alemania, con lo que no resulta tan difícil escoger como si viene únicamente en alemán. Incluso había pescados para elegir, cosa rara por esos lares. Los precios son muy comedidos y el local está monísimo, con una terraza muy bien amueblada. El bar es también del todo recomendable.
Luego siempre podemos dar una vuelta por el pueblecito, donde no veremos a nadie salvo turistas que han salido a pasear, sobre todo españoles.
Supongo que volveré a comer allí porque me gustó lo que venden además de sus precios y su flexibilidad horaria en un país en el que todo está montado para los de casa y nada para los de fuera.
La web la tienen únicamente en alemán y eso baja bastante la nota. Por lo visto los desayunos bajan bastante la nota y el hotel es solo correcto, pero en cuanto a restaurante tenemos allí un sitio en el que confiar para cenar o comer en condiciones.
A lo que vamos. El aeropuerto de Hahn es poquita cosa en cuanto a servicios. Hay muchos coches de alquiler, mucho parking y poco edificio. A partir de las ocho de la tarde todo está cerrado y tienes la opción de comprar algo para comer en un puesto situado frente a la parada de autobuses, donde todo está recién horneado; esa es la opción que te queda para cenar si no te acercas al inmediato pueblo de Lautzenhausen, al que llegas caminando en cinco minutos por una acera. Allí hay un concesionario de coches, varios hoteles e incluso un bar de copas llamado Lucky Lucke, con cierto ambientillo y cerveza barata.
El caso es que también encontraremos la Gasthaus am Flughafen, algo así como el bed and breakfast del aeropuerto, en un edificio rosa recientemente remodelado. Allí se puede dormir por menos dinero que en el hotel del aeropuerto y sobre todo se disfruta de un servicio de restaurante muy competente con una camarera rubia que habla inglés.
Fuimos con dos gaditanos que conocimos en el aeropuerto y conseguimos cenar después de las diez de la noche, cosa rarísima en Alemania. No se trataba de una cena en toda regla sino de una comida de emergencia que se solucionó favorablemente. Los andaluces optaron por una abundante lasaña a nueve euros y una aceptable ensalada mixta a tres con cincuenta, acompañando los platos con sendas cervezas de las grandes. Mi esposa y yo tomamos unas generosas copas de helado a cuatro euros y medio. También tomé un expresso. La factura para los cuatro se quedó en 28 euros y me pareció muy ajustada.
La carta viene traducida al inglés, lo que ya es toda una rareza en Alemania, con lo que no resulta tan difícil escoger como si viene únicamente en alemán. Incluso había pescados para elegir, cosa rara por esos lares. Los precios son muy comedidos y el local está monísimo, con una terraza muy bien amueblada. El bar es también del todo recomendable.
Luego siempre podemos dar una vuelta por el pueblecito, donde no veremos a nadie salvo turistas que han salido a pasear, sobre todo españoles.
Supongo que volveré a comer allí porque me gustó lo que venden además de sus precios y su flexibilidad horaria en un país en el que todo está montado para los de casa y nada para los de fuera.
La web la tienen únicamente en alemán y eso baja bastante la nota. Por lo visto los desayunos bajan bastante la nota y el hotel es solo correcto, pero en cuanto a restaurante tenemos allí un sitio en el que confiar para cenar o comer en condiciones.
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