Hace unos cuantos días que observé cómo una pareja de turistas buscaban información en internet mientras se encontraban estacionados junto a un parque; era ya muy tarde y me imaginé que no lo hacían por diversión sino por necesidad. Les pregunté si buscaban algo y me dijeron el nombre de un hotel. Simplemente les dije: primera bocacalle a la izquierda. Quedaron bastante sorprendidos de que una mera consulta verbal pudiera ser tan eficaz. De regreso a casa me topé con otro coche en el que unas chicas parecían hacer lo mismo. Efectivamente también necesitaban ayuda. Habían pasado justo por delante del hotel al que iban pero se fiaron más de su navegador que del enorme cartel que tenían delante de sus narices; tuvieron que retornar dos kilómetros y porque les indiqué la ubicación exacta.
Si hay gente torpe con los mapas y no demasiada cultura geográfica, la sustitución de un mapa por un navegador ya elimina completamente la visión espacial del territorio. Te puedes subir al coche en Albacete y aparecer en Suances sin saber si has viajado hacia el norte o el sur.
Lo curioso es que se vaya eliminando el eficaz contacto con los nativos del lugar para obtener información. Ya sé que no es tan fácil encontrarse con un lugareño en los entornos turísticos muy frecuentados y en demasiadas ocasiones hay habitantes de ciudades y pueblos con notables dificultades para indicar una dirección o calcular una distancia. Confiar únicamente en aparatejos no es la mejor solución, a no ser para datos muy fríos y concretos. Evitar las preguntas orales es una estrategia peligrosa. Obviamente la desconfianza del turista puede agravar las cosas cuando piensa que le van a engañar.
Como consejo útil, no es conveniente preguntar a personas de edad avanzada, especialmente mujeres, sobre localizaciones concretas. Normalmente son los más jóvenes los que más saben sobre cómo dirigirse a un lugar. Es muy frecuente que también sean los hombres los más reacios a consultar dudas y se encabezonen en encontrar algo a bulto, a palpo o por intuición para demostrar sus cualidades, lo que puede provocar retrasos innecesarios.
Por cierto que los de la gasolinera lo saben todo y siempre te sacan de apuros allá donde vayas.
Eso sí, como dato curioso y excepcional recuerdo el caso de un señor con muy buena pinta que en Toulouse se divierte indicando la dirección opuesta a todo turista que busca algo; aunque parezca ridículo es cierto y sorprendente.
Luego están los virtuosos, como un italiano que me orientó en Montecatini Terme, que era de una precisión tan espectacular que hacía imposible el fallo, o la empleada de una gasolinera de Zaragoza, que daba indicaciones perfectas e inconfundibles.
Ojo porque Google Maps no ofrece imágenes en tiempo real y lo que aparece en su visión de calle puede haber cambiado con el tiempo, de modo que algunas calles ahora son peatonales, se circula en otra dirección o los negocios ya no son los mismos y los edificios a lo mejor son nuevos.
Desgraciadamente la comunicación cara a cara va perdiéndose y la tendencia hacia el uso de dispositivos móviles aumenta. De todos modos, la mayor sabiduría sobre un lugar está en sus habitantes y no en internet.
Si hay gente torpe con los mapas y no demasiada cultura geográfica, la sustitución de un mapa por un navegador ya elimina completamente la visión espacial del territorio. Te puedes subir al coche en Albacete y aparecer en Suances sin saber si has viajado hacia el norte o el sur.
Lo curioso es que se vaya eliminando el eficaz contacto con los nativos del lugar para obtener información. Ya sé que no es tan fácil encontrarse con un lugareño en los entornos turísticos muy frecuentados y en demasiadas ocasiones hay habitantes de ciudades y pueblos con notables dificultades para indicar una dirección o calcular una distancia. Confiar únicamente en aparatejos no es la mejor solución, a no ser para datos muy fríos y concretos. Evitar las preguntas orales es una estrategia peligrosa. Obviamente la desconfianza del turista puede agravar las cosas cuando piensa que le van a engañar.
Como consejo útil, no es conveniente preguntar a personas de edad avanzada, especialmente mujeres, sobre localizaciones concretas. Normalmente son los más jóvenes los que más saben sobre cómo dirigirse a un lugar. Es muy frecuente que también sean los hombres los más reacios a consultar dudas y se encabezonen en encontrar algo a bulto, a palpo o por intuición para demostrar sus cualidades, lo que puede provocar retrasos innecesarios.
Por cierto que los de la gasolinera lo saben todo y siempre te sacan de apuros allá donde vayas.
Eso sí, como dato curioso y excepcional recuerdo el caso de un señor con muy buena pinta que en Toulouse se divierte indicando la dirección opuesta a todo turista que busca algo; aunque parezca ridículo es cierto y sorprendente.
Luego están los virtuosos, como un italiano que me orientó en Montecatini Terme, que era de una precisión tan espectacular que hacía imposible el fallo, o la empleada de una gasolinera de Zaragoza, que daba indicaciones perfectas e inconfundibles.
Ojo porque Google Maps no ofrece imágenes en tiempo real y lo que aparece en su visión de calle puede haber cambiado con el tiempo, de modo que algunas calles ahora son peatonales, se circula en otra dirección o los negocios ya no son los mismos y los edificios a lo mejor son nuevos.
Desgraciadamente la comunicación cara a cara va perdiéndose y la tendencia hacia el uso de dispositivos móviles aumenta. De todos modos, la mayor sabiduría sobre un lugar está en sus habitantes y no en internet.
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